lunes, 31 de marzo de 2008
SERGIO, NO MORIRÁS JAMÁS
Hoy, lamentablemente, vamos a dejar de lado los buenos rollos y vamos a sumarnos al dolor de todos aquellos que conocieron a Sergio Luyk Torres, jugador de baloncesto con amplia experiencia en ACB (Saint John’s, Real Madrid, Forum Valladolid, Breogán), hijo de la modelo Paquita Torres y de la leyenda del Real Madrid Clifford Luyk, y hermano de la también modelo Estefanía Luyk. Entre los que lo vieron en persona están los amigos del C.B. Xàtiva y también del C.B. Genovés, que jugaron hace pocos años partidos de exhibición contra el Real Madrid Veteranos en el que él jugaba entonces. Contra el Genovés, además se salió, con 8 o 9 triples anotados.
Por lo que hemos leído, Sergio nunca se rindió ante la enfermedad, un terrible tumor cerebral contra el que ha combatido durante 17 meses y que al final le ha derrotado. En la vida, quizá por nuestra cultura occidental, solemos evitar hablar de la muerte, no queremos pensar en ella, pero está ahí. Pero nada escapa a la fatalidad que a la larga nos condena a todos. El baloncesto tampoco.
No es el primer jugador que cae con menos de 40 años. Anthony Frederick (Real Madrid), Angel Almeida (Caja San Fernando), Yinka Dare (Warriors), Jason Collier (Atlanta Hawks), o Reggie Lewis (Celtics) murieron por fallos cardíacos. Drazen Pétrovic (Cibona, Real Madrid, Blazers, Nets), Fernando Martín (eterno Real Madrid, Blazers), Josep Pujolrás (TDK Manresa) o Malik Sealy (Minnesota Timberwolves) murieron todos en accidentes de tráfico cuando aún estaban en activo. Especialmente doloroso fué el adiós de Alphonso Ford (Cáceres, Scavolini) , que llegó a despedirse de los aficionados italianos con una carta cuando supo que padecía leucemia. Otros han sido en circunstancias extrañas, como la sobredosis del joven Len Bias (tras ser drafteado por los Celtics) o Bison Dele (Pistons), cuyo cuerpo dicen que está en el fondo del mar.
La vida en sí está marcada por la oscuridad de la muerte. Pero yo siempre he dicho que para que la oscuridad exista, para que sea tal, debe haber también luz. Quedémonos con todo lo que nos han hecho disfrutar con el deporte. Quedémonos con los buenos recuerdos. Recordémosles sin amargura, sino con una sonrisa. Y no perdamos la esperanza. Yo, cuando el 7 de noviembre de 1991 me enteré de que Magic Johnson tenía SIDA, lloré un montón, porque estaba convencido de que se iba a morir pronto. Él también lo creía. Pero estamos ya en el 2008, y lo que ha hecho y aún hace Magic es luchar durante mucho tiempo y hacerle bien a mucha gente que sufre la enfermedad. Fuera del baloncesto, al abuelo de mi mujer, con 46 años le cogió un infarto, le dijeron que tenía muy mal el corazón, en aquellos tiempos no se le podía operar, y en primera instancia le aseguraron que le quedaba un año de vida o así, si se cuidaba quizá un poco más. Murió con 93 años, rodeado de los suyos y tras una vida larga y próspera.
Sea como sea, en algún lugar del tiempo y del espacio, nosotros estaremos siempre juntos jugando una pachanga en Les Pereres. Y Sergio estará anotando un triple con su Real Madrid, en un pabellón lleno de gente que le aplaude a rabiar. Os dejo con una canción de Loquillo. “Algún día moriremos”. La letra es triste, pero al final acaba con algo que tiene un sentido parecido a esto último que os he dicho: “Algún día no moriremos jamás”. Sergio, va por tí.
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